Como cada mañana, los graznidos de los cuervos vuelven a despertarme. Odio esta habitación tan cerca del tejado. Me levanto con rapidez y me remojo la cara en la palangana que hay sobre el aparador de madera. Salgo al vestidor, donde tengo una muda limpia de color negro con cabezas de dragón bordadas en rojo sobre el pecho. Mientras me visto, entra Ariten.
Ariten
es un hombre muy mayor. Siempre va vestido con su túnica y polainas azules.
Lleva al servicio de mi madre desde antes de que faltara mi padre. Es un buen
hombre y mi madre tiene depositada toda su confianza en él.
- Mi
señor, su madre le espera. Me susurra desde el fondo de la
estancia.
- ¿Mi
madre a estás horas?. Pregunto sorprendido.- ¿Ha ocurrido algo?
- No
se, mi señor. Tan sólo me ha pedido que le avise de que lo espera en la sala de los tapices. Responde un tanto incómodo ante mi reacción.
Cuando
termino de vestirme, observo mi reflejo en el espejo. Mis ojos violetas se recrean en mi porte.
Otros podrían ver en eso vanidad. Yo veo superioridad. Soy un Targaryen,
Vyathor Targaryen. Hijo de Vyadarr Targaryen, segundo de su nombre, jinete de
Azureon “el indomable”, señor de los cielos, hijo del gran señor de
Rocadragón, Lord Varathor Targaryen, y
muerto a traición por los rebeldes en Harrenhall.
Salgo
de la estancia con gesto serio. Mi madre no acostumbra a llamarme a las
estancias principales. Camino con rapidez, Ariten apenas puede seguirme. Cuando
llego a las puertas de la sala, veo como dos soldados vestidos con armaduras
rojas custodian el acceso. Pertenecen a la guardia personal de mi abuelo. Antes
de tocar la puerta, oigo una airada conversación en el interior. Golpeo con suavidad la madera anunciando mi llegada.
- Adelante.
Oigo como ruge la autoritaria voz de Lord Varathor.
Entro
en silencio. La sala está iluminada por los amplios ventanales que se abren en
la pared. La luz da un mayor realismo a los tapices que cubren las paredes.
Escenas de batallas, castillos envueltos en llamas, dragones arrasando
ejércitos…
Mi
madre está sentada con gesto serio frente a una imponente mesa de roble. Al
otro lado, Lord Ishkerion, hermano mayor de mi padre, me observa con el rostro
congestionado por la ira. Frente al ventanal, veo como se gira hacia mí el
señor de Rocadragón.
- Mi
señora, ¿me ha hecho llamar?. Pregunto haciendo una
leve reverencia con la cabeza.
Antes
de que mi madre pueda responder, comienza a hablar Varathor de Rocadragón.
-Hoy es el aniversario de la muerte de mi
hijo Vyadarr, siendo tu apenas un niño. Hasta ahora y por deseo de tu madre,
has sido educado en el acero y en la venganza.
La tensión rodea la sala. Sé que esas palabras son ciertas. Mi madre había puesto todo su empeño en que fuera adiestrado por los
mejores. Había pagado maestros y veteranos para que me enseñaran a luchar, a
pelear. Aún recordaba meterme en la cama con el cuerpo lleno de moratones. Para
mi madre, el dolor era un buen maestro. Ella alimentaba el odio en mi interior
con el recuerdo de la muerte de mi padre, de la traición de los rebeldes y el
ultraje al que fue sometido su cuerpo. Yo no tuve infancia, pero ¿quien la
quería?, yo sólo quería una cosa… Venganza.
- Por
tus venas corre pura sangre Targaryen, la sangre de los dragones.
Continuó Lord Varathor. - Eres el tercero
de nuestro nombre. Eso era algo que nunca había pensado, al haber muerto
los dos hijos menores de Varathor Targaryen y no haberse casado Lord Ishkerion,
yo era el tercero en la sucesión del trono.
- Por
lo tanto, quiero que a partir de hoy, seas instruido guarda del fuego eterno. Sentenció
con rotundidad.
Los guardas del fuego
eterno, eran los únicos que tenían contacto con los dragones. El último de
ellos era Ragnathros “el Terror Rojo”. El gran dragón, que únicamente había
sido montado por Ishkerion de Rocadragón. Decían que ante ellos, el cielo se
volvía de fuego, y nadie podía escapar de su ira.
- Yo
no necesito ayuda. Soy el último dragón, el último jinete, y nadie podrá ser
guardián sin más dragones que montar. Protesta Lord Iskerion golpeando la mesa
con el puño.
- Que
sea la última vez que me contradices. El silencio se hace presente ante el rugido del señor de
Rocadragón. – Irá contigo, lo instruirás
como hace años hice yo contigo y tus hermanos. Y nunca olvides que su padre fue
quien murió en la trampa que los rebeldes tenían preparada para ti en
Harrenhall.
Por
primera vez en mis 23 años de vida, veo a mi tío ceder en una conversación. Su
arrogancia innata, propia de nuestra sangre, se esfuma mientras bajaba la
cabeza ante la penetrante mirada de su Señor. - Ya está decidido. Recalca mientras se dirige a la puerta y
sale por ella. Mi tío siguiéndolo con gesto serio, pasa a mi lado y me dice con odio: – Te quiero en el
foso mañana al alba.
Mi
madre, se levanta y viene hasta mí. Me abrazaza y puedo observar como
las lágrimas caen por su rostro. – Honra
la memoria de tu padre, el día de la venganza se acerca y el fuego consumirá a
sus asesinos. Su pena da paso a la rabia. Me he acostumbrado
tanto a su odio, que ya no recuerdo haberla visto reír.
- Demuestra que eres hijo del gran Viadarr “El valiente”. Hazte
imprescindible, crece y cuando sea el momento, tu momento, desata la ira del
dragón sobre todos nuestros enemigos. Susurra a mis oídos.
- Así
será, madre. Las palabras brotan de mis labios
apretados por el odio del recuerdo de mi padre, de cómo clavaron
su cabeza en una pica como si fuera un vulgar ladrón de ganado. No, las cosas
no quedarán así. Yo alcanzaré la venganza, llevaré a mi casa donde debe de
estar, y gobernaremos los 7 reinos. Porque yo soy un Targaryan, Vyathor Targaryan.
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