Me despierto con el ruido
del despertador. En la radio suena “I’mshipping up to Boston” de los Dropkick
Murphys y un agradable olor a café recién hecho llega hasta mi dormitorio.
Me levanto y me dirijo a la
cocina del apartamento, donde veo a Jodie de espaldas. Esta preparando el desayuno.
Jodie tiene 21 años y el cuerpo de una diosa, trabaja en uno de los clubs de
Coonan, el “Bohemians”. A veces cuando tengo un día complicado, la recojo a la
salida del club y pasa la noche aquí. Si alguna vez me decido a formar una
familia, serían sus hermosas tetas las que querría ver cada mañana cuando me
despierte.
Tras beberme el café y darme una
ducha con Jodie, suena el teléfono. Es Benny Donovan, para decirme que hoy tengo que cobrar en los locales de la zona oeste. Me visto con
rapidez: unos vaqueros, las botas, una camisa y mi cazadora de cuero. Bajo
directamente al garaje, donde subo a mi camioneta GMC y salgo a la calle,
dirigiéndome al oeste de Hell´s Kitchen.
Mi trabajo es sencillo, cobro la
protección, las chicas y las máquinas tragaperras que los Westies prestan a los
locales nocturnos de Hell´s Kitchen. Los Westies, como es conocida en la calle
la mafia irlandesa, está actualmente dirigida por Jimmy Coonan, que controla
cualquier actividad delictiva que de dinero en la zona de Hell´s Kitchen.
La ruta es la habitual, casas de
putas, barras americanas, salas de juego, locales nocturnos y discotecas. La
rutina de siempre: llego al local con cara de mala ostia, y el dueño acojonado
suelta el sobre cargado de pasta. La mañana va como la seda.
Después de comer en el pub de Bobby McManamara,
continúo la ruta de cobro. A media tarde he terminado la ronda y me dirijo al
centro para entregar el dinero, cuando recibo una llamada de Donovan. Me dice
que hay problemas en el “Old School”, y quiere que vaya y lo solucione. Me cago
en la puta, ahora tengo que volver otra vez a la zona oeste.
Tras conducir hasta allí, encuentro la puerta del
Garito cerrada. La abro y encuentro en su interior a Paulie con gesto
preocupado. Paulie es un viejo irlandés que está al frente de "The Old School", uno
de los pubs tradicionales de Hell´s Kitchen. Siempre ha pagado puntual la
protección y me consta que es amigo de la infancia de Coonan.
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El pub irlandés "The Old School" al oeste de Hell's Kitchen. |
-
“¿Que cojones pasa?”. Pregunto malhumorado. Puedo ver dos negros sentados en
una de las mesas que se levantan cuando me ven entrar. El más alto se dirige
hacía mí, mientras el otro me dice: – “Esta calle es ahora de nuestra propiedad,
así que hasta que el viejo no pague, no podrá abrir”.
Respuesta equivocada. Cuando el negraco se me encara, la reacción es
instintiva, un potente cabezazo lo hace retroceder unos pasos. Lo justo para
parle una terrible patada con mis botas en las pelotas. El resultado es
inmediato, un mono incapacitado en el suelo y el otro más blanco que el culo de
una monja.
Antes de que sean capaces de reaccionar, ya los
estoy encañonando con mis dos Berettas. Putos negros, por tener una pipa ya se
creen gánsteres, pero estos dos gilipollas han elegido mal día para jugar a
los malos. Me inclino y sin dejar de apuntar al otro, meto con dureza el cañón de una de mis pistolas en la boca de ese desgraciado que hay en el suelo.
-
“Levanta mierda seca”. Puedo ver su rostro ensangrentado y como las lágrimas
corren por sus mejillas. Lo voy guiando hasta una de las mesas del fondo y sin
sacarle el cañón de la boca les indico que se sienten.
-
“Morenos, este local está bajo la protección de los Westies”. Puedo ver como
esa escoria palidecen aún más al oír el nombre de unos gánsteres de verdad. –
“Si vuelvo a veros a menos de 100 metros de uno de nuestros locales, me
encargaré personalmente de que volváis a casa dentro de un paquete de comida para
perros”.
Ven como mi rostro permanece fruncido, y ellos se apresuran a asentir
sin decir nada. -“Ahora, largo”. No he terminado la frase y ya están saliendo
como locos por la puerta. Esos dos no volverán a molestar a un irlandés.
Paulie me da las gracias mientras me
sirve un tapón de whisky y una jarra de guinness. Con las servilletas que hay sobre la barra voy limpiando la sangre y las
babas del cañón de mi pipa, con aire ausente. Durante esos minutos, Paulie no para de decirme lo mal que están los tiempos y el poco respeto que tiene ahora la
gente.
Cuando empiezan a entrar los
primeros clientes al bar, me despido con un ademán de la mano. Vuelvo al coche
y una fina lluvia comienza a mojarlo todo. La vuelta hasta el centro es lenta,
parece que la gente se vuelva gilipollas con el coche cuando llueve. Voy
directo al local de Donovan, cuando llego, saludo a los chicos que están en la barra.
Tomo una cerveza con ellos, hasta
que Benny Donovan me llama desde el despacho. Entro y le doy la cartera con el
dinero. Le informo que han pagado todos y de los rumores que me han contado en
cada local. Después de unos minutos en silencio mientras que cuenta el dinero,
me pregunta por Paulie, le explico lo sucedido y le aseguro de que esos monos
no volverán a molestar. Donovan me conoce desde hace años y sabe que puedo ser
muy convincente.
Benny me da el ok, y me despide hasta el día
siguiente. Salgo del despacho, tomo un par de cervezas más y ceno en el local con los
chicos. Cuando empiezan a cerrar me despido y vuelvo canturreando hasta el coche.
Pienso en pasar por el “Bohemians” para recoger a Jodie, pero estoy cansado y tengo
ganas de estar solo.
Conduzco ausente hasta mi apartamento, dejo la camioneta en el garaje y subo con el ascensor hasta casa. Me pongo cómodo y enciendo
la televisión. Sentado sobre mi cómodo sillón voy pasando de canal en canal
hasta que el sueño termina por vencerme.
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