Hoy tengo el gusto de traeros un personaje muy especial para mí. A pesar de ser un caitiff con todos los handicaps que eso implica, lo pasé muy bien jugándolo y supuso salir de mi zona de confort con personajes sociales. Espero que disfrutéis de este personaje que creo que puede dar mucho juego por su enigmático pasado.
TRASFONDO
HOY
La joven prostituta subía las escaleras contorneando las
caderas. Tras ella, una misteriosa figura la seguía. Cuando llegaron ante la
puerta del apartamento, se apresuró a abrir y girarse para que el desconocido
viera como le guiñaba el ojo con picardía.
- Siéntate y ponte cómodo. Dijo la joven mientras se quitaba el abrigo y lo
lanzaba sobre un perchero. - ¿Quieres
beber algo? Creo que hay ron en la cocina.
El hombre observó como la chica se perdía por el pasillo y se
sentó en el único sofá que había en el pequeño apartamento. Se habían conocido hace
unas semanas atrás, cuando unos macarras la intentaron violar tras quitarle lo
poco que había ganado esa noche. Ninguno de ellos intuía la figura que desde
las sombras observaba la escena. Tras unos segundos escuchando las risas de
aquella escoria y los llantos de la joven, el vástago se había decidido actuar.
Ninguno de ellos fue rival para su velocidad ni su fuerza. En apenas unos
segundos, los cinco tipos estaban tumbados, con los rostros ensangrentados y
algún que otro hueso roto. Desconocía el motivo que lo había llevado a actuar
así e incluso desconocía donde había aprendido a pelear, pero eran cosas que le
salían de manera instintiva. Llevó a la chica hasta uno de los tugurios
cercanos y la dejó en manos de sus compañeras de profesión.
Desde aquella noche, se habían visto con frecuencia. Él
acudía cada anochecer al bar donde ella y sus amigas ofrecían sus servicios.
Situándose en la última mesa, observaba como putas, camellos y delincuentes de
poca monta hacían sus negocios. La joven, aún con el rostro marcado, le ofreció
recompensarlo por su ayuda, pero él siempre
había rechazado el ofrecimiento… Hasta aquella noche.
AYER
Unas poderosas garras sacaron el cuerpo del agua. Maltrecho
tras golpear contra las rocas, estaba prácticamente roto. Un rostro deforme
estudio con detenimiento su ‘pesca’ tras apoyarlo sobre terreno firme. Un
cuerpo flotando en una pequeña cala al sur de Venecia no era algo raro. Sin
embargo, que dichos restos correspondieran a un vástago, no era tan habitual.
Observo con atención en busca de cualquier atisbo de
información que pudiera obtener. Las ropas estaban deterioradas por el efecto
del agua salada y los filos de las rocas habían terminado por hacerlas jirones.
No llevaba cartera que pudiera identificarlo. Algo entre las manos le llamó la
atención. Ambas, unidas, parecían proteger algo entre ellas. Con esfuerzo
consiguió arrancar de aquellos inertes dedos una gorra negra. ¿Qué valor
tendría aquel objeto como para no haberlo soltado a pesar de haber caído al
mar?. Intentando buscar explicación a aquel enigma, la enorme cantidad de ratas
que rodeaba la escena se pudieron a chillar. El amanecer despuntaba por el
horizonte y el monstruo debía de tomar una decisión. Agarrando una de las
extremidades, arrastró torpemente el cuerpo hasta el colector número IX.
HOY
El apartamento era pequeño, sin embargo, parecía confortable.
El ruido de la ducha que llevaba sonando unos minutos, dejó de escucharse. La
chica entró en la sala con una toalla que apenas cubría su húmedo cuerpo.
- Aún no he podido
agradecerte lo que hiciste por mí. Susurraba mientras dejaba caer la toalla y comenzaba a acariciar
sensualmente la frente a su salvador.
Él la observaba con atención. Estaba seguro que en el pasado,
aquellas caricias le habrían aumentado las pulsaciones, desatando todo su
deseo. Quizá la hubiera agarrado por las muñecas y la hubiera tomado durante
horas. Pero todos aquellos sentimientos, habían muerto con él.
Con el roce de aquel cálido cuerpo perfumado le permitía
sentir a escasos centímetros de su boca las arterias cargadas de sangre de la
joven. Aquello le hizo recordar las primeras veces que se había alimentado. Nunca
olvidaría el sabor cobrizo de la sangre de alimañas que vertían cada noche en
su garganta para curar su maltrecho cuerpo. Jamás podría decir si pasaron
semanas o meses, pero la vitae obró su efecto y despertó entre harapos, rodeado
de ratas, en lo que debían de ser las alcantarillas de alguna vieja ciudad.
AYER
Poco a poco recupero la capacidad de hablar y fue cuando
empezaron las preguntas. Sin embargo, todos y cada uno de los interrogatorios a
los que fue sometido, fueron infructuosos. Su memoria estaba vacía de
recuerdos.
Pasó el tiempo, y aprendió del monstruo todo lo que debía de
saber sobre su condición y del mundo que lo rodeaba. Su deforme compañero se
hacía llamar Brutta y pertenecía al clan de vástagos conocidos como
nosferatus. Sin familia, ni recuerdos, sin ni siquiera nombre, fue llamado IX (Nueve),
por haber sido encontrado junto al colector de alcantarillado con dicho
número.
Cada noche leía con interés los libros y pergaminos que su
anfitrión guardaba con esmero. Ocasionalmente, salían de su refugio y
aprovechaban para recorrer las solitarias calles de Moranzani, al sur de la
ciudad de Venecia. Así aprendió a pasar desapercibido y que los ojos de los
demás, no reparasen en su presencia.
Tras más de un año, el cuerpo de Nueve se recuperó por
completo de las terribles heridas con las que fue encontrado. Y con su
‘hermano’ Brutta, aprendió todo aquello que cualquier vampiro debía de conocer.
HOY
El cuerpo de la joven dormida yacía tumbado a su lado. Aún
tenía el dulce sabor de su sangre en la boca. En ese momento pudo oír cómo se
abría violentamente la puerta del apartamento, sucediéndose una serie de
gritos y golpes. Malhumorado por la interrupción de su momento de reflexión, se
levantó de la cama y avanzó por el pasillo hasta el salón.
Dos jóvenes estaban sentadas en el sofá, una tenía el labio
roto y la otra intentaba contener el llanto. Tres tipos voceaban en un idioma
que él no entendió. Cuando se percataron de su presencia, el más grande de los
tres, le preguntó que quien era con un marcado acento de Europa del este.
¿Que quién era?, ojalá lo supiera. No sabía nada de su vida
antes de aquel momento en el que Brutta lo sacó del mar. Tan sólo la vieja
gorra negra que el nosferatu encontró entre sus manos era la prueba de que
había existido antes.
- Soy el que os va a
dar por el culo hasta que la boca os huela a mí. Dijo mientras sonreía con malicia.
AYER
La no-vida con Brutta era cómoda, pero el vacío en su cabeza
lo consumía por dentro. Así, un día tomo la decisión de partir, de buscar su
pasado. Junto al colector número nueve de Moranzani, allí donde fue encontrado
flotando entre las rocas, se despidió de Brutta. Con la solemne promesa de devolverle
algún día todo aquello que había hecho por él.
Tan sólo sabía lo que ponía en la vieja gorra negra: “Black
Seven - South Italy”. Nueve se dirigió al sur de Italia. En su viaje, coincidió
con otros vástagos. Como él, estaban solos en el mundo y se habían juntado para
protegerse de aquellos que se hacían llamar Sabbat. Marco era de la familia de
los Gangrel. Le encantaba que viajaran por zonas rurales, como si fuera un
animal, incluso a veces adoptaba los rasgos de estos para perderse durante
horas, alcanzándolos antes del amanecer. Su otra compañera de viaje, se llamaba
Amelia. Todos pensaban que estaba loca, porque era descendiente de Malkav. Sin
embargo, cuando hablaba, lo hacía con una sensibilidad que conmovía los
sentimientos de Nueve.
Recordaba aquella etapa con cariño. Se complementaban bien y
cada uno aportaba algo al grupo, estrechando los lazos de afecto y lealtad que
había entre ellos. Marco le enseñó a profundizar en su lado animal, a ser uno
con la naturaleza, mientras Amelia, le mostró el mundo con otros sentidos. Para
que fuera capaz de observar lo que otros son incapaces de ver. Pero lo que más
le marcó, fue la libertad. La posibilidad de hacer lo que quisiera cuando
quisiera. Compadeciéndose de todos aquellos vástagos que servían como siervos
en las ciudades por las que pasaban.
HOY
Los tres macarras se abalanzaron con fiereza sobre Nueve,
descargando golpes y profiriendo gritos amenazantes. Sin embargo, sus ojos
leían los ataques de sus oponentes incluso antes de que fueran lanzados.
Esquivándolos con una facilidad pasmosa y descargando toda la furia de sus
puños sobre sus enemigos, los fue incapacitando uno a uno.
El sonido de un disparo rompió la habitación y desde el marco
de la puerta, un cuarto atacante había disparado al pecho de Nueve y lo
observaba tras el cañón humante de un revolver. Ante su estupefacción, Nueve le
gruñó:
- ¿Piensas que tu
juguete va a detenerme?. Lanzándose a por el recién llegado, lo cogió entre sus manos y lo levantó
del suelo, acercándose a su cara y susurrándole mientras dejaba ver unos
afilados colmillos en su boca. – La
próxima vez que os vea cerca de cualquiera de estas mujeres, os mataré.
Lo lanzó por la ventana, provocando una lluvia de cristales
tras el cuerpo. Uno a uno fue arrojándolos como si de trastos viejos se
tratasen, Mientras caían sobre un contenedor de basura que recibía con
indiferencia a los matones.
- Lamento lo de las
ventanas, pero esos ya no os molestarán más.
AYER
En la ciudad de Potenza se despidió de Marco y Amelia. Había
aprendido mucho de ellos y siempre los tendría como fieles amigos. A partir de
ese momento, comenzó a buscar información sobre ese “Black Seven - South
Italy”. Muchos fueron los vástagos y humanos a los que interrogó, pero nadie le
pudo aportar la más mínima información.
Desesperado en su infructuosa búsqueda, le sugirieron que
recurriese a una poderosa familia de vástagos, llamados Giovanni. Así lo hizo y
tras tratar con varios ghouls, fue atendido por un vampiro llamado Gaël.
Era un tipo callado y serio. Apuntaba cuanto hablaban en una
pequeña agenda. Le contó su problema y le pregunto si la familia Giovanni
podría ayudarlo. El precio de un trabajo como aquel, era mucho más de lo que él
podía pagar. Sin embargo le propuso un trato que pudiera favorecerlos a los
dos. Nueve trabajaría para él, haciendo ese tipo de trabajos en los que los Giovanni
“no” estaban implicados, y cuando reuniera la suma necesaria, comenzarían las
investigaciones.
Nueve, sin nada que perder, tan solo puso una condición.
Sería él quien decidiera que trabajos aceptaba y cuáles no. No estaba dispuesto
a comprometerse y arriesgar su tan ansiada libertad. Gaël aceptó las
condiciones y comenzaron a colaborar ocasionalmente.
Unos meses después, el Giovanni informó a Nueve de que
dejaría la ciudad de Potenza y por sus negocios se establecería en una isla
española llamada Ibiza. Ofreciéndole que fuera con él para seguir desempeñando
la misma labor que hacía en Italia. Sin nada que lo retuviera, aceptó de nuevo el trato.
Y así viajó hasta España.
HOY
Las jóvenes prostitutas, a las que se había sumado la que
descansaba en el dormitorio, estaban atónitas. Los maleantes que habían estado
extorsionándolas durante meses, no volverían a molestarlas. Le ofrecieron que
las protegiera, a cambio de una parte de sus beneficios. Sin embargo, Nueve
rechazó la oferta cortésmente. Aun así, les prometió que pasaría alguna noche
por la casa.
Tras despedirse de ellas, bajó a la calle y se dirigió al
pequeño barco en el que había llegado hace unas semanas a la ciudad costera de
Torrevieja. Vino desde Ibiza transportando a unos vástagos que huían de sabbat.
Gaël le había ofrecido una cifra interesante porque los llevase hasta
dicha ciudad.
El transporte fue rápido y en apenas un par de horas habían
llegado al puerto de destino. Desde allí acompañó a los recién llegados hasta
el elíseo, para que se presentasen ante el Príncipe correspondiente. Con la autorización para residir en Torrevieja y sin otro quehacer,
decidió pasar una temporada allí. Había hecho buenas migas con los dos miembros
de la familia Brujah que había transportado y quien sabe lo que podría
depararle el futuro en esa nueva etapa de su viaje…
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